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El cálculo de almacenero que, desde hace años, ayuda a calmar la City

La violenta erosión a la que fue sometido el peso por los elevados y sostenidos niveles de inflación que mantuvo la economía por largos años llevó a los argentinos a pensar en el ahorro en términos vinculados al dólar, aun cuando inviertan en pesos.

Ese mecanismo de preservación halló una simplificación en los años 90 con el 1 a 1, que dio origen a la convertibilidad e institucionalizó una caja de conversión según la cual en las arcas del Banco Central (BCRA) debía haber tantas reservas como su equivalente en pesos.

Desde entonces, especialmente en tiempos de estrés, asesores de empresas, reputados economistas e incluso managers de portafolios de inversión recurren a esta cuenta para tratar de testear la sustentabilidad de un esquema. Lo hacen considerando no solo los pesos que circulan, sino además todos aquellos que podrían ganar la calle en situación de crisis extrema.

Uno de esos ejercicios circuló por la City esta semana y colaboró (entre otras tantas cosas) para que el dólar se moviera de lunes a viernes, sin titubeos, a la baja.

Básicamente, lo que señala es que, con el refuerzo que recibió el BCRA tras el arribo del nuevo desembolso equivalente a US$10.835 millones del FMI, la cantidad de reservas con que cuenta, llegado el caso, le bastaría para enfrentar nuevos conatos de corrida.

«Ese escenario muestra que si todos los activos (Lete, Lecap, plazos fijos privados en pesos y dólares, incluida la suba que tuvieron en último año) fueran al dólar, la tenencia de reservas le alcanza justo al BCRA para soportar el embate. Es una hipótesis extrema que rara vez se verifica, pero ayuda a calmar ánimos», dice el economista Alejandro Henke, director de Proficio Investment y autor de uno de los informes que circularon al respecto por estos días.

«Muestra que el BCRA podría contener una escapada fuerte de la divisa, más allá de las resistencias que debería superar del FMI, un supuesto que se fortalece porque resta un desembolso de US$5400 millones antes de las elecciones y arranca la temporada alta de liquidaciones ligadas a la cosecha», agrega.

Su colega Alejandro Rodríguez, director del Departamento de Economía del CEMA, aclara que con «flotación libre» recurrir a un esquema de convertibilidad, que consiste en establecer un nivel del tipo de cambio que surja de dividir algún agregado monetario por las reservas internacionales, no tiene sentido. «Si el Central va a dejar flotar libremente la moneda, entonces no necesita tener reservas», dice.

Pero admite que en un esquema de flotación sucia, como en los hechos pasó a tener la Argentina, o de cambio fijo, el dólar de convertibilidad da al mercado «una idea del tipo de cambio que podría llegar a defender el BCRA en un escenario extremo», algo que hace que se recurra a ese cálculo en circunstancias como las actuales, cuando lo que se busca es algún tipo de previsibilidad.

Rodríguez concede además que a este tipo de ejercicio se recurre porque la «experiencia del 90 no terminó bien». «El dólar de convertibilidad era $1, no solo porque el cambio era $1 por dólar, sino porque el BCRA tenía un dólar de reservas por cada peso que había de base monetaria. Cuando llegó la desconfianza se comprobó que había más pesos posibles de circular que los de la base (saldos en cuentas a la vista y depósitos a plazo), lo que hizo preguntarnos cuál es el stock total de pesos que puede cambiarse por dólares e ir contra las reservas».

En este sentido, para Rodríguez conviene distinguir entre reservas propias o prestadas a mediano plazo (como las del FMI) o a corto plazo (los swaps o los encajes de los depósitos en dólares en bancos locales). Henke reconoce que no son lo mismo pero cree que lo que mira el mercado es que «la munición está» y que, en caso de necesidad, «se usaría».

Link a nota en La Nación